"Fanatismo peligroso"




"El mundo será de los pueblos si los pueblos decidimos enardecernos en el fuego sagrado del fanatismo."
Eva Perón

"Cuando el fanatismo gangrena el cerebro,
la enfermedad es incurable."
Voltaire

El fanático es una cosa peligrosa.
El fanático en algo muy probablemente lo sea en todo: en sus opiniones sobre fútbol, en su adhesión política, en su religión heredada, en sus costumbres, en sus gustos, en la forma de hacer el asado, en la técnica de pesca, en sus gustos musicales, en sus nacionalismos y asi con todo.
Justamente el fanatismo, es decir la sobrevaloración de la propia idea por sobre absolutamente cualquier opción o alternativa, lleva a que toda otra cosa, siempre ajena, valga menos.



El fanatismo está por sobre la familia, los amigos, los vecinos, el semejante en general, y a veces hasta por sobre la misma persona que lo padece, de allí las consignas extremistas y suicidas de “patria o muerte” y otras por el estilo.

En lo deportivo al fanatismo se lo suele querer disimular o justificar románticamente con el cuento de la “pasión”, el “sentimiento por los colores”, y otras infantilidades parecidas. Disfraces. Macanas. Aunque en distintos niveles según el sujeto y las circunstancias, es el mismo fanatismo que ahoga la razón, el pensar, la sensatez, la cordura, y que lleva a que el otro que no piensa igual sea un enemigo. De allí el origen de los desmanes, los odios, la violencia, y hasta las guerras. Véase si no, casos de fanatismo ideológico como el chavismo en Venezuela, el kirchnerismo-peronismo en la Argentina, las sectas religiosas en Estados Unidos, el comunismo-anarquismo ruso y sus guerrillas exportadas a America Latina, el separatismo catalán, el odio racial en países africanos, el nazismo, la Inquisición muy pía y muy católica, y muchos otros ejemplos a lo largo de la historia.

Cuanto mas identificada una persona o un país con una idea cerrada, dogmática, rígida, que incluye un nosotros y un ellos, más violenta e intolerante se torna.

La condición fanática insensibiliza a las personas llevando a aceptar que otros sufran con tal de ver su idea triunfar. Nada mas primitivo que eso: pisarle la cabeza al otro saboreando el poder de la dominación.



El fanatismo lleva a que el deporte ya no sea un juego que vincule rivales sino solo una fascinación por el resultado final; a que la política no sea el arte de concretar ideas de progreso sino sólo una puja mezquina de poder; a que las religiones no promuevan el trabajo interior del ser humano sino solo la perpetuación de sus imágenes y ritos anacrónicos y atemorizantes; a que la nacionalidad no sea el resumen de los valores y signos propios de un linaje social local, sino sólo una ínsula soberbia y xenófoba que teme de toda otra comunidad a la que de seguro habrá que en un futuro someter o convertir.



Parecería que los humanos debemos, por mandato de tradición (otro mas!), ser seguidores de algo: de un modelo, de una corriente, de un grupo, de una historia, de una tradición, de un líder… como si tuviesemos impuesto suscribir sí o sí a una alternativa y por contraste aborrecer al resto. De esta manera luego se nos puede encasillar y clasificar y por lo tanto definir como amigo o enemigo.

Elegir a ciegas una de las opciones de manera total, cerrada, como un combo de oferta, es automáticamente dejar de pensar. Es renunciar a la posición crítica individual y ceder cómodamente a que el conjunto decida por uno. Es la lucha del individuo y la masa; del ser único, libre y soberano de su vida contra la pegajosa masa amorfa, monstruosa, paquidermica, que vive gracias a la succión cerebral que hace de cada uno de los individuos que la defienden.



German Raffetti Bourgaud

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