"Paro en el Aire"
Paro sorpresivo
de líneas aéreas. Gente abandonada a su suerte lejos de su casa, rehén de los
caprichos egoístas, casi delictivos, de grupos sin sensibilidad ni consideración
humanas por el semejante.
Me pregunto
cómo puede ser posible que esta gente no se detenga a pensar en el daño, en el
mal que le hacen a miles de personas haciendo huelgas sorpresivas. Generan
tanta angustia, tanta tristeza, tanta impotencia.
Quedarse
sin viajar puede significar varias cosas: el esfuerzo, el tiempo y el ahorro tirados
a la basura, la oportunidad laboral perdida, la ausencia al evento familiar que
no se repite, la complicación por las urgencias de la salud, etc, o cualquier otra
circunstancia importante. De un momento a otro, por el capricho de unos pocos, miles
de historias quedan en la nada.
Ciertos sinvergüenzas
con fines mas político-ideológicos que sociales se concentran en los puestos
directivos de los sindicatos, siendo una de las causas que mas daña a quienes
dicen defender o representar: primero al afiliado a su sindicato y luego al
hombre común, el que sostiene el país, el que produce, el que genera, el que
aporta, el que cumple, o el que da trabajo a otros gracias a su iniciativa.
Vaya
razonamiento extraño: un empleado, para hacerle saber a su jefe su descontento,
va y le jode la vida a otro empleado.
El derecho
a huelga avalado por la ley, es de suponer que nació como consecuencia de los
abusos y desequilibrios producidos previamente en contra de empleados y
obreros, por parte de sus empleadores, patrones, jefes, etc. Justamente esa
patronal que tiempo antes, vaya paradoja, armó su fortuna desde el llano,
siendo peones, jornaleros, obreros, empleados como ellos, gente común que un
día comenzó a progresar y se despegó del resto, algunos quizas por vivezas no
del todo santas y otros por derecho merecido. Al leer la historia es fácil
darse cuenta que muchos, al verse con poder, se olvidaron de dónde venían y se
sintieron con derecho a maltratar a los demás, surgiendo las imposiciones y los
atropellos. Casi siempre pasó así en la historia, salvo honrosas excepciones,
pues muchos reyes, emperadores, conquistadores, caciques, generales, capataces,
jefes o lo que fuera que tuviera algun tipo de poder se trastornaron por verse
un día con esa superioridad de hecho.
¿Y la reacción
lógica cual fue invariablemente? Los atropellados se unieron y opusieron su
fuerza en su defensa. Una vez recuperado el poder, también se pasaron de la
raya y repitieron la misma situación de abuso argumentando hacer justicia en
reparación a la injusticia anterior: más de lo mismo…
Y asi
estamos entonces en una puja de guapos, a ver quien pechea mas fuerte y
sostenido. Es lo mismo que una pelea de bandas por el territorio, en pugna por hacer
pata ancha en la esquina del barrio. Piratas de un lado y piratas del otro.
La
conjugación de variables que juntas son explosivas como el poder circunstancial
y los vicios de la personalidad humana, exacerbados por la falta de valores, producen
eso en el ser humano, o por lo menos en la gran mayoría.
Para evitar
los abusos interesados de una parte o de otra de la relación laboral, debiera
entonces, según mi entender, darse total libertad a la relación
empleador-empleado, dejando que entendiendose lleguen a un acuerdo en su
relación. El papel del Estado sería ser la garantía de que cada parte cumpla
con aquello pactado, y en caso de conflicto abocarse de manera urgente a
solucionarlo, teniendo como principal objetivo que el servicio que se presta no
sea interrumpido.
Cuidar que
el empleador cumpla con la ley y cuidar que el empleado cumpla con sus obligaciones
y con las condiciones mínimas en cada rubro: en este caso el transporte aéreo,
esencial para la vida normal del país, que no puede quedar bajo ningún aspecto
inmovilizado. Ese perjuicio es poco menos que traición a la patria, es decir
daño intencional al conjunto de valores históricos que unen e identifican a un
grupo de seres en un determinado territorio.
Si surgieran
desacuerdos, el estado intervendrà y los conciliará, pero siempre sin dejar de
prestar el servicio a los terceros, en el caso de tratarse de un bien o un
servicio público imprescindible, máxime cuando se trata de un casi monopolio o cuando
no hay alternativas disponibles.
Hoy en día
existen trabajos, servicios, prestaciones, que son esenciales para la vida
ciudadana y para el normal desarrollo de las actividades de un país: salud,
agua, electricidad, transporte, educación, son imprescindibles y es inadmisible
que quienes tienen que prestar esos servicios y hacer que funcionen
normalmente, dejen sin nada al resto de la población. ¿Por qué? Porque la falta
y/o discontinuidad de estos servicios básicos pueden generar directamente
enfermedades, sufrimiento, y hasta la muerte de mucha gente.
Asi, nunca
puede dejar de haber:
. guardias
médicas y de emergencias en todo hospital público,
.
cuadrillas de reparación de tendidos de agua potable y electricidad,
.
transporte público (aéreo, terrestre y fluvial) salvo por cuestiones
meteorologicas,
. dictado
de clases en escuelas primarias públicas,
. guardia
policial y de bomberos.
.
recolección de residuos domiciliarios.
Una posible
alternativa que aquí se propone es que si los empleados de cualquiera de estos
rubros quisieran suspender sus actividades por la razón que fuera, deberán avisar
con tiempo para que el órgano de control correspondiente organice equipos de
relevos que continúen momentáneamente prestando los servicios hasta tanto se
llegue a una solución y el personal regular retome sus actividades.
Resumiendo,
la parte empleadora y la parte empleada deben limar sus diferencias por las
vías que correspondan por ley, y con la mediación de los respectivos órganos
estatales de control, pero jamás utilizando al usuario/pasajero como rehén en
la negociación.
German
Raffetti Bourgaud
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