“La selección, discriminemos por favor”


La Naturaleza, de la que biológica, psicológica y espiritualmente el ser humano forma parte, selecciona constantemente para bien de todas las especies. Las leyes que dan equilibrio, ciclicidad y perennidad al Universo determinan que lo fuerte se imponga a lo débil, lo adaptable a lo inadaptable, lo rápido a lo lento. El sostenimiento de la vida necesita de lo mejor, de lo que le garantice ser apto para continuar la lucha y sobrevivir.

En los deportes se selecciona a los mejores, se los premia, se los admira, y gracias a eso los deportes tienen salud y todo el mundo aspira a estar en ese grupo selecto.
En la medicina se debe seleccionar a los mejores médicos para cuidar y salvar las vidas humanas.
En la ingeniería se debe seleccionar a los mejores profesionales para hacer que los puentes y edificios duren mucho, que los aviones no se caigan, y que los astronautas vuelvan a casa después de pasar unos meses en la Estación Espacial Internacional.

Todos nosotros seleccionamos la persona para compartir la vida, el barrio donde vivir, la escuela donde mandar los hijos, la comida que comemos.
Aunque hay cosas y casos en que la elección no está en nuestras manos, siempre que tenemos la posibilidad de elegir, seleccionamos la mejor opción a nuestros intereses de entre todas las alternativas.

En el mundo laboral el empleador selecciona al postulante que mejor capacitación presenta para cumplir las exigencias del puesto. De eso entre otras cosas depende el éxito de su gestión y de toda la empresa en general. Nadie en su sano juicio pone sus bienes en manos de incapaces de cuidarlos.

En la Naturaleza, la inteligente selección que se produce tiende a alcanzar un equilibrio que permita la perpetuación y superación de las cosas, sea lo que sea, y el ser humano incluido. La misma historia humana muestra que todo el Bien que se ha podido alcanzar se basó en personas que supieron seleccionar.

Seleccionar es discriminar entre cosas distintas, ver las diferencias, evaluar las capacidades, y que la propia inteligencia determine qué es lo mejor.

Es decir, seleccionar es algo natural, bueno y necesario. La felicidad se alcanza en base a permanentes actos de selección.

Pero en algunos casos claves el ser humano hace todo al revés. Por ejemplo, ¿hace selección en las personas que ocupan cargos importantes en la política? No.

El gran problema es que la política, la religión o quien sabe quienes, establecieron que el no elegido es menos, es menospreciado, vale nada, y es descartado. Demagogia pura. Con eso dan un golpe mortal al futuro humano, al ir en contra de la ley natural.

La selección del “Primus inter pares” no implica que el segundo, el tercero y los que siguen son malos. Serían en todo caso “menos buenos” que el primero, pero no malos. Y esa circunstancia no es definitiva, ya que siempre queda abierta la feliz posibilidad del cambio, la evolución, la superación, y esos segundos y terceros se superen y sean elegidos en subsiguientes momentos de selección.

No discriminar, en cualquier caso, es insultar a la inteligencia propia y ajena.


German Raffetti Bourgaud

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